Cinco poemas de Roque Dalton

La Tizza
8 min readJul 6, 2020

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Introducción y selección de Luis Alvarenga / UCA El Salvador

Roque Dalton es el poeta salvadoreño más influyente del siglo XX. Nacido en 1935, este poeta juntó, desde muy joven, la poesía y la militancia revolucionaria. Encarcelado muchas veces, exiliado otras tantas, este poeta, que retrató como quizás nadie la condición salvadoreña, encontró en Cuba y su revolución un espacio en el que su obra logró la resonancia continental que merecía. Su biografía es tan alucinante y arraigada en la realidad como su obra. Antidogmático y peleonero con la rigidez, incluso dentro de las filas revolucionarias, fue asesinado, por sus propios compañeros, el 10 de mayo de 1975 cuando formó parte de uno de los primeros esfuerzos guerrilleros de su país.

Asalto general

Asaltaron a las estatuas por no querer desembocar

y a las lavanderías asfixiantes a los peces muertos y sus raíces

asaltaron a los toreros podridos a los códigos civiles en la edad del engorde

a los profesores virtuosos de la piel como un molusco

asaltaron a las íntimas degollaciones de los pastores suicidas

que sudaban de rubor melodioso entre la brisa que venía de la Laguna Verde

asesinaron al médico que ubicó en una hernia

el retrato de un Magistrado de la Corte Suprema de Justicia

asaltaron a los flanes de vainilla que defienden temblando la cultura cristiana

asaltaron a la luz en cuanto salió del huevo de la gallina ciega

asaltaron a las escobas de azucena las de limpiar telas de araña-bruja

asaltaron al amor a la gran habilidad de la lengua

a las muletas del campeón mundial

a las primeras planas de los diarios nocturnos

que mastican las muchedumbres para solaz de las ambulancias

asaltaron a la incultura sexual de las cofradías de Panchimalco

asaltaron a la rumba que llenó de miel los cementerios

al llanto de las máscaras de cuero de Rusia y anilina

asaltaron a los huertos sembrados de plata

donde los ancianos modelan callosamente sus espectros

asaltaron a mil novecientos setenta y tres

asaltaron al verbo columpiarse

asaltaron a las cucarachas heroicas

asaltaron al próximo terremoto y a su epicentro de clavel y gemidos

asaltaron a la fama de Cristo

a la desnudez de los elefantes y las pampas

asaltaron al vino de la circuncisión

a las tetas de la aurora y a la melancolía de los sargentos vírgenes

asaltaron a los lodos de hacer pasteles

a la pedrada amorosa al sapo de regalo

asaltaron al derecho de gozar el paludismo en la era glacial

a la perspectiva de baba que domina en los Ateneos

a los bigotes de las gordas solteras

que no hablan inglés y recitan poemas de Alfredo Espino

asaltaron a los huecos de la nariz asaltaron a las denuncias

a las programaciones de las cámaras de tortura

a las agonías del coleccionista de girasoles

que teme a Castro y envía a la Dry-cleaning sus palillos de dientes

asaltaron a los estrategas del Pentágono a los cosméticos a la sed

asaltaron a los bichos en el sobaco de los ángeles

asaltaron a la clandestinidad de los oboes

asaltaron a don Alfredo Palacios y al Presidente de Colombia

asaltaron a la fábula de la grama loca a las piscinas temperadas

al álgebra al consommé de pollo a los eclipses

a la teoría de los juegos a la sordomudez del dólar

a las muchachas que no creen en la ginebra anticonceptiva

asaltaron a los poemas sobre el progreso

a los buses selváticos sarampionados por la luna

al bello infierno poblado de barómetros

que usa Ximena para jugar conmigo al ajedrez

asaltaron a los patos caídos en el error

y a los sollozos de los cine-clubs al laurel tiroteado al etcétera

asaltaron a la lucha de clases

asaltaron a la paz asaltaron a la metafísica

asaltaron a la rueda de caballitos a la UNESCO a los jeeps Land-Rover

asaltaron al expresionismo alemán a la verdad

a los sectarios de San Estanislao de Kotska

a las cabezas reducidas a la ropa de jersey a la numismática

al libro Obras Completas y otros cuentos de Tito Monterroso

asaltaron a mi mamá asaltaron al himno nacional

a las noticias del proyecto de irrigación en Argelia

asaltaron al Partido Demócrata Cristiano

al gerundio a la Ley de Ohm

asaltaron al espíritu de sacrificio a los escalafones

a los pasaportes diplomáticos al secreto de confesión al delito

asaltaron al amor que no osa decir su nombre

al pus enamorado por cuatro industrias de transformación

asaltaron a la ayuda de Dios a la noche al día a todas las fechas

asaltaron a los asaltantes a los asaltados y al asalto

asaltaron a las exclamaciones

me asaltaron

Soñar la mesa

(poema con una o dos profecías)

El hecho de que hoy sea jueves no le dice nada a mi hambre

tampoco el que hayan pasado tantas mujeres por mi vida

(no es una manera de decir pues una vez aceptada mi fealdad

los días perdidos en el amor cuélganme como una llave trágica).

Ay profesores de historia críticos cegatos y meticulosos

luego diréis que apelamos a la mentira cuando decimos que tenemos hambre

pero vosotros los que nunca supisteis lo que es almorzar con té

cenar con sopas de agua desayunar con una galleta o un cigarrillo

os engañáis tanto como todas las novias clarividentes.

No quiero proponer nada al mundo

ya suficiente tiene con sus tristes historias

que corren como infinitas gotas de mercurio.

Lo único que hago es decirme que tengo hambre

hambre de gran ciudad civilizada y fina

tanta hambre que me excito al ver pasar los gatos

que me excito sexualmente digo al ver pasar los gatos

cultor como soy de todas las delicias entrelazadas.

Algún día conoceré a un amigo que se llame Heberto Padilla o algo así

que sea fino como una casa de campo en el otoño de México

hablará francés y sabrá todo lo que por hoy se puede saber sobre vinos

y ganará dinero dulcemente tibio

y me invitará a comer y me invitará a comer.

Más mientras tanto estoy con hambre

el hambre es una especie de cáscara de hierro

que te mete los grandes colmillos en los hombros

y lucha por hacerte rodar por el suelo esa fauce.

Señor Mauricio de la Selva:

¿cómo se atreve Ud. a irse sin dejarme dinero?

Ud. trabaja en la Universidad (llega siempre a la hora)

Ud. está muy bien relacionado en el distrito

Ud. incluso puede permitirse tener muy mal carácter

¿por qué no dejó entonces esos diez pesos mexicanos

que hasta mis cien orgullos suplicaron anoche?

Acepto que aún ayer yo tenía cien pesos

pero no negará que los billetes

son muy malos escudos para evitar que el mundo nos invada

y si Rosa María quiso ir a ver conmigo El Lazarillo de Tormes

no es de ponerse a gritar por el barrio:

“Ay qué daños me causa la belleza”.

Rosa María es la chica que más me ha gustado en México

ella no me amará jamás porque soy feo y pobre

y hasta seguro estoy de que algún día en Praga

-menciono esta ciudad para mostrar mis tendencias-

alguna buena gente me dirá que se ha casado

y que hace hijos sorprendentes con su joven marido

con quien almorzará y desayunará (cenarán siempre fuera)

hasta que sus dos muertes los separen.

Ay Sardanápalos irremediables:

quiero hundirme en el más negro infierno a causa de la gula

quiero morir del corazón gordo y rosado

aterrorizar a los doctores con mis intemperancias frente al menú.

Tengo hambre caracoles tengo hambre

hambre sana y robusta como un joven odioso

hambre que crece bien nada torcida

hambre hasta con carnet de identidad y estilo propio

familia antigua dos apellidos y caprichos.

Señor:

¿cuándo estaré contigo

en ese paraíso de cuatro patas que sueño?

Lejos está mi Patria

Lejos del mundo, lejos

del orden natural de las palabras;

lejos,

de doce mil kilómetros

de donde el hierro es casa para el hombre y crece

como una rara flor enamorada de las nubes;

lejos de crisantemos, del ala suave del albatros,

de los oscuros mares que blasfeman de frío;

lejos, muy lejos de donde la medianoche es habitada

y nos dicta la máquina su voz sobresaliente;

lejos incluso de donde ya quedó atrás la esperanza,

de donde el llanto nace muerto o se suicida

antes de que lo ahogue la basura;

lejos de donde los pájaros odian,

de donde te hablan de amor hediondos lobos y te invitan

a un lecho de marfil;

lejos de donde los jardines atentan contra su belleza con los cuchillos que les dona el humo;

lejos,

lejos,

lejos de donde el aire es una gran botella gris;

de donde todos ofrecen terribles pompas de jabón

y ángeles depravados beben con niños cínicos

el veneno de la apostasía contra todas las auroras que pueden;

lejos de la murmuración de las máscaras;

lejos de donde las desnudas no ciegan con la luz de su piel;

lejos de la consolación de los vómitos;

lejos de la sensualidad del pantomimo,

de la resaca de sus imprecaciones sin fondo;

lejos, terriblemente lejos

de donde corretean por las calles los monstruos de seda,

de donde los bosques tiemblan derrotados y huyen

de donde cada llave tiene una puerta que la espera sin sueño;

de donde germina ciega la música del oro

y ladran desatadas las jaurías del cobalto;

lejos, definitivamente lejos

de donde muere el mártir lapidado por la mofa

y el santo es un payaso que se queda callado.

Mala noticia en un pedazo de periódico

Hoy cuando se me mueren los amigos

sólo mueren sus nombres.

¿Cómo aspirar desde el violento pozo

abarcar más que las tipografías,

resplandor de negruras delicadas,

flechas hasta las íntimas memorias?

Sólo quien vive fuera de las cárceles

puede honrar los cadáveres, lavarse

del dolor de sus muertos con abrazos

rascar con uña y lágrima las lápidas,

Los presos qué: solamente silbamos

para que el eco acalle la noticia.

En el patio lejano la luz de sol

será como una gata blanca. ¿Estoy acaso listo

para dejarme ver la cara en la próxima hora de agua?

Sí. Pediré un cigarrillo.

Hora de la ceniza

Finaliza Septiembre. Es hora de decirte

lo difícil que ha sido no morir.

Por ejemplo, esta tarde

tengo en las manos grises

libros hermosos que no entiendo,

no podría cantar aunque ha cesado ya la lluvia

y me cae sin motivo el recuerdo

del primer perro a quien amé cuando niño.

Desde ayer que te fuiste

hay humedad y frío hasta en la música.

Cuando yo muera,

sólo recordarán mi júbilo matutino y palpable,

mi bandera sin derecho a cansarse,

la concreta verdad que repartí desde el fuego,

el puño que hice unánime

con el clamor de piedra que eligió la esperanza.

Hace frío sin ti. Cuando yo muera,

cuando yo muera

dirán con buenas intenciones

que no supe llorar.

Ahora llueve de nuevo.

Nunca ha sido tan tarde a las siete menos cuarto

como hoy.

Siento unas ganas locas de reír

o de matarme.

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